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Publicado el 23/03/2025 por Piccolo Mondo PR

Desde hace varios años teníamos en la mira visitar la Hacienda Lealtad, en el pueblo de Lares, Puerto Rico. Finalmente, se nos presentó la oportunidad perfecta para vivir una experiencia completa, y te aseguro que valió la espera.
Un viaje al pasado
Al llegar, el paisaje te recibe con una mezcla de historia, naturaleza y tranquilidad. Iniciamos nuestra visita con el recorrido histórico guiado, el cual comienza en una hermosa capilla construida en madera, piedra y vitrales. Esta joya arquitectónica, ideal para bodas y celebraciones especiales, marca el punto de partida perfecto para una travesía por el tiempo. Aunque no forma parte de las estructuras originales de la hacienda, esta capilla cuenta con mobiliario que recrea la época histórica del lugar.
Nuestra guía nos llevó por toda la hacienda mientras nos relataba su fascinante historia: desde su fundación en 1830 por Juan Bautista Plumey un emigrante francés que llegó a Puerto Rico desde Haití con un grupo de personas esclavizadas. Eventualmente la hacienda pasó a manos del español Miguel Marquez Enseñat, y tuvo un gran auge como finca cafetalera en la región, labor que gracias a su restauración se ha promovido. Las estructuras originales, las maquinarias antiguas, los detalles arquitectónicos neoclásicos y la tecnología constructiva de una represa en el río y un gran canal para alimentar de agua una piscina y mover la rueda hidráulica que producía electricidad nos transportaron directamente al siglo XIX.











Datos históricos
La Hacienda Lealtad, ubicada en el Barrio Piletas de Lares, fue fundada en 1830 como una finca dedicada al cultivo y procesamiento del café. Fue una de las primeras haciendas cafetaleras del país, destacándose por su avanzada tecnología y su elegante arquitectura neoclásica criolla, con muros de mampostería, techos de madera y detalles ornamentales. Contaba con máquinas despulpadoras, secadoras y molinos, así como una casa principal de dos niveles como vivienda del hacendado y su familia de doce hijos. De hecho fue una de las casas más grandes y suntuosas de la época y su estado actual ha sido producto de una impresionante reconstrucción y diseño decorativo en el que se conservaron la mesa de madera sólida del comedor y un chinero con vajilla de porcelana. Los objetos que hoy dan vida al espacio han sido rigurosamente escogidos y adquiridos por su dueño conservando los estilos de objetos antiguos que responden a la época. Además de la casona, el recinto aún mantiene su horno externo de fogón que se usaba para la confección de pan y el cuarto de máquinas con su rueda hidráulica una de las pocas que se conservan en Puerto Rico y que hizo de esta hacienda uno de los primeros lugares en Puerto Rico en contar con electricidad. La hacienda estuvo en funcionamiento para la producción de café hasta temprano la década de 1970 pero luego fue abandonada. A pesar de haber enfrentado el abandono, los estragos de huracanes y el paso del tiempo, ha sido restaurada en parte y hoy es considerada patrimonio histórico. Su historia refleja la evolución económica del siglo XIX en Puerto Rico, desde el uso del trabajo esclavo hasta la modernización agrícola, y constituye un valioso legado cultural y educativo que gracias a sus dueños actuales, la familia Soto, está disponible para visitas y el disfrute de los puertorriqueños y turistas.





Hospedaje con encanto
Decidimos quedarnos en una de las habitaciones de la hacienda. ¡Y qué experiencia! Las habitaciones están decoradas en madera, con camas altas de pilares y detalles antiguos que conservan la esencia de la época. Tuvimos la suerte de hospedarnos en una habitación especial con ventana al río, cuyo sonido nos acompañó durante la noche. Estas habitaciones están disponibles a través de Airbnb.






Restaurante disponible
Otro punto alto de la visita fue el restaurante, que recientemente estrenó menú bajo la dirección del chef Lorenzo Flores. Disfrutamos de un almuerzo exquisito, con platos elaborados, ingredientes frescos y un servicio de primera. El ambiente rústico con detalles elegantes realza aún más la experiencia culinaria.








Naturaleza, café y pavos reales
Además del recorrido y la comida, la hacienda te regala un contacto directo con la naturaleza. Como huéspedes, tuvimos acceso al río para darnos un chapuzón refrescante. Nos sorprendieron también los pavos reales, que se pasean libremente por el lugar y roban más de una sonrisa.
Y, por supuesto, no podíamos irnos sin probar el café de la casa. Aromático, intenso y delicioso. Un verdadero tributo a su herencia cafetalera.

Servicios y Horarios:
Ubicación correcta: Ver en Google Maps
Redes Sociales Oficiales:



Hacienda Lealtad no es solo un destino turístico; es una ventana viva a la historia, una celebración del café y un espacio para reconectar con lo esencial. Si tienes la oportunidad de visitarla, no lo dudes.
Te espera una experiencia histórica, gastronómica y especial.
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