Diversión, viajes, cine y vida en familia

A veces, como padres, enfrentamos momentos en los que nuestras propias dudas nos pesan. Nos vemos atrapados en el día a día, cuestionando nuestras habilidades, dudando si realmente estamos haciendo lo suficiente o si somos capaces de alcanzar nuestras metas. Esto me pasó hace unos meses. Sentía que el síndrome del impostor me estaba invadiendo, esa sensación de que tal vez no era tan capaz como pensaba, y que mis esfuerzos no serían suficientes. Estaba agobiado.
En uno de esos momentos de duda, decidí abrirme con mi hija, Mariana. Le conté lo que sentía, sin filtros, solo esperando ser escuchado. Y ella lo hizo, simplemente me escuchó. No me ofreció consejos ni soluciones. Solo estuvo ahí.
Al día siguiente, recibí un mensaje de ella que me dejó sin palabras. Al abrirlo, mis ojos se llenaron de lágrimas. Ese mensaje me llenó de vida, me recordó mi valor, y lo más importante, me hizo ver que alguien que amo profundamente, cree en mí de una forma que yo mismo no lo hacía en ese momento. Ese mensaje lo imprimí y lo tengo enmarcado en mi oficina, porque quiero verlo todos los días. Cada vez que me siento abatido, ahí está su mensaje, recordándome quién soy, lo que he logrado, y lo que puedo lograr.

A veces nos creemos que somos fuertes y podemos con todo, pero en este caso, mi hija me devolvió la confianza que necesitaba. No hay palabras suficientes para expresar lo que ese mensaje significa para mí, pero lo que sé es que ella cree en mí, y eso es más que suficiente.
Lecciones y valores a destacar:
“No hay mayor impulso que el amor y la confianza de aquellos que ven lo mejor en nosotros”
Son una familia tan pira , tan bonita y tan unida . Bendiciones