5 árboles que marcan mi vida desde mi niñez

Niños y Arboles

La naturaleza nos brinda paz y libertad

Cuando era niño sentía pasión por estar trepado en los árboles. Estar encaramado en ellos me permitía despejarme y sentirme como en la jungla, algo así como ser parte del cuento ‘Jungle Book’ o Tarzán. Recuerdo que desde los 6 años comencé a trepar en los árboles de alrededor de mi casa y las casas de mis familiares.  No había quien me bajara de los árboles, sentía que ellos eran mi casa y jugaba con la imaginación. Varios árboles marcaron mi niñez y aún son parte de mi vida adulta, aquí comparto mi recuerdo de esos árboles.

Primer árbol ( Árbol de acerola )

En mi casa había un árbol de acerola en el que logré poner un pedazo de madera para siempre estar sentando en él.  No era un árbol tan grande, pero me gustaba estar allí, me sentía grande en esos momentos. Recuerdo que jugaba a ninja y esa era mi base. Mi padres tuvieron que cortar el árbol porque se enfermó. Tuve que buscar otro árbol para jugar.

Segundo árbol ( árbol de mangó )

En la casa de mis abuelos paternos encontré mi otro árbol, un árbol de mangó bien grande. Lo trepé y me lo disfruté. Desde la copa veía todos los techos de las casas y además disfrutaba de unos ricos mangoes cuando estaba en temporada. Sí, mis padres se asustaban de mis aventuras en el árbol, ya que era muy alto y casi no me podían ver. A veces no duraba mucho, pero al final entendieron que era mi sitio de relajación porque supuestamente era muy «hiperactivo». Al pasar el tiempo también cortaron el árbol, ya que las raíces estaban casi debajo de la casa y estaban expandiendo el hogar.

Tercer árbol ( árbol de María )

En la parte frontal de la casa de mis abuelos había un pequeño árbol de María, bien redondito, perfecto para una cueva. Allí estuve, en mi otro lugar de juego y sitio de consolación. Pero este árbol al estar en espacio público fuera de los predios de la casa,  era un poco peligroso según mis padres, pues estaba expuesto a extraños que pudiesen pasar por el área. Además, pensaban que me podía escapar para otro lado, ya que para esos tiempos salir a la calle era prohibido para mí.

Cuarto árbol ( árbol de Quenepa )

Este árbol era mi favorito, aunque representaba un susto para mi abuela materna todo el tiempo. En este árbol me sentía en el aire, con una vista al solar y la casa. Era bien alto y difícil de trepar, un reto; pero me sentaba siempre en una rama gruesa a comer quenepas y a respirar de su oxígeno.

Arbol Niñez

Quinto árbol ( árbol de Almendro )

Este árbol es especial, porque este árbol lo sembré yo y lo estoy viendo crecer diariamente. Este árbol es el que tengo en mi hogar actualmente, donde ahora mis hijos trepan y me disfruto verlos jugar. Donde sueño construir una plataforma para poder tener una casa de árbol en la que pueda seguir imaginando con ellos y disfrutar lo que les queda de su niñez. En donde sueño que en el futuro veré a mis nietos jugar.

La vegetación cerca de nuestro hogar es importante para fomentar el contacto de nuestros hijos con lo natural, además de que la vegetación y los árboles purifican el ambiente y relajan la vista. Quería compartir con ustedes estas anécdotas de mi niñez que suelo revelarle a mis hijos, porque siento que puedo ser un buen padre si ellos ven que aquello que hacen es parte de lo que yo mismo he vivido y les fomento.

¿Qué árbol trepaste cuando eras niño? Comparte también esos recuerdos. 

One Comment on “5 árboles que marcan mi vida desde mi niñez

  1. Yo tuve sólo dos árboles:

    Un árbol de nísperos, que estaba en el jardín de mi casa y me encantaba trepar, así como comer de sus frutos, de hecho, los nísperos son uno de mis frutos preferidos y estoy sospechando que no es por su sabor en sí sino por los recuerdos de mi infancia.

    El otro árbol era un tulipán africano, que vivía en la calle, enfrente de mi casa, cuyas flores sirvieron para jugar a «la comidita» con mis primas, y cuyas vainas abiertas se transformaron en «barquitas» que navegaban los mini arroyos que se formaban cuando llovía. Recientemente, talaron el dichoso árbol y me puse muy triste, pero traté de rescatar la mayor cantidad de pedazos del tronco cortado, los llevé a casa de mi abuela y ahora son los banquillos donde nos sentamos a platicar. El tocón sigue ahí, espero que se rebele contra la insensible humanidad y pronto ver sus nuevas ramitas surgir.

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